Distrito 14: ‘víctimas’ y verdugos de barrio

| 19 julio, 2016

Tras las etiquetas de “anticapitalistas” y “antifascistas” se oculta un grupo de jóvenes violentos numerosas veces denunciados y detenidos por brutales agresiones y altercados

ULTRASPATRICIA ORTEGA DOLZ. EL PAÍS.- Distrito 14  es un colectivo “anticapitalista” de Moratalaz, con una decena de miembros activos y un número difuso y fluctuante de adheridos puntuales de otros barrios como Bukaneros (ultras del Rayo Vallecano) o grupos de ideología semejante como los llamados Gamberros del Este. En los ficheros policiales constan como “ultras de izquierda” y cuentan con numerosos antecedentes.

Ellos solos han sumado 11 detenidos en las últimas dos semanas como presuntos autores de lesiones a tres jóvenes “por pijos”, amenazas agravadas por odio y desórdenes públicos durante las recientes fiestas del distrito, donde tenían su propia carpa.

Uniformados con ropa deportiva en colores negro y rojo y zapatillas Adidas salieron –entre 20 y 40 según los testigos– “a la caza del pijo” armados con botellas (“¡Todos con botella! ¡Todos unidos!”, consta en varias declaraciones que gritaban), armas blancas y puños americanos. Sus ansias de ajusticiar a “los pijos de Valdebernardo”, les llevaron al absurdo máximo: los autoproclamados “antifascistas” se cebaron con un magrebí, un colombiano y una chica de un colectivo feminista.

Las víctimas y los testigos de las agresiones más graves, el chico marroquí con el rostro rajado por un arma blanca y la chica a la que le arrancaron los dientes (brackets incluidos) de un puñetazo con un puño americano, reconocieron a algunos de ellos y les denunciaron, ante la policía primero y en sede judicial después.

En sus declaraciones aparece Dani “El Loco”, apodado así porque siempre va de avanzadilla para provocar la pelea: “¿De qué palo vas?”, se limitó a preguntar antes de liarse a puñetazos y botellazos, según las versiones de varios testigos que le describen con detalle y muestran fotos de ellos en sus móviles. También aparece un tal «Viti» (Víctor Jiménez), supuestamente miembro de los Gamberros del Este y agresor de la chica. Y un tal “Sanz”, un chico del barrio al que muchos señalan aquella noche repartiendo botellazos. Todos y ocho más han sido detenidos y han quedado en libertad con medidas cautelares. Y para la mayoría no es la primera vez por motivos similares.

“Nosotros no hemos sido”, dice el portavoz de Distrito 14, Jorge Alcázar. “Somos víctimas de una persecución policial”, aseguran. Y así pasan de verdugos a víctimas de sus víctimas y de quienes las protegen.

Y así también, reciben apoyos de la plataforma antidesahucios, que directamente habla de “montaje policial y mediático” contra Distrito 14. Y otros más controvertidos, como el del concejal de la Junta de Distrito, Pablo Carmona, de Ahora Moratalaz: “Seis miembros de Distrito 14 fueron detenidos en sus casas sin que se les comunicase causa alguna”, rezaba el comunicado emitido al día siguiente de las primeras detenciones, el pasado 7 de julio. El grupo que gobierna el distrito ponía al colectivo como “ejemplo de lucha, de trabajo y compromiso social y político”. Y concluía: “Desde Ahora Moratalaz queremos mostrar nuestro apoyo a todos los miembros de Distrito 14, especialmente a los que han sido detenidos y exigimos su inmediata puesta en libertad”.

Días después, tras las tensiones vividas con la alcaldesa, Manuela Carmena (Ahora Madrid), el concejal evitaba estar en la rueda de prensa convocada la semana pasada por el colectivo en cuestión a las puertas de su Junta de Distrito y, acto seguido, matizaba sus palabras de apoyo: “No he tenido mucho trato con ellos, porque solo llevo aquí un año”, decía, “pero lo primero es condenar las agresiones –cosa que ellos también han hecho—y lo segundo que las diligencias abiertas respeten la presunción de inocencia”.

Amparados en la defensa de los pobres y desahuciados, envueltos en la etiqueta de “antifascistas”, siendo okupas de colegios abandonados (Centro Autogestionado Salamanquesa) y sucursales bancarias (Centro Autogestionado Salamandra), vestidos con sudaderas y capuchas de militancias múltiples… De ese modo, se erigen los de Distrito 14 en fervientes representantes de “la clase obrera”, “activistas de barrio” y/o “feministas” y, al mismo tiempo, legitiman una violencia defensiva: “Una respuesta eficiente a las agresiones que los trabajadores sufrimos día a día”, reza su manifiesto de fundación, en 2012.

Y tan pronto revientan manifestaciones de estudiantes (imágenes muestran a Dani el Loco y a Jorge Alcázar buscando pelea con miembros del Sindicato de Estudiantes en una protesta de estos en la puerta del Sol en marzo de 2015), como asaltan asambleas en juntas de distrito (19 detenidos en marzo de 2015), o son los más agresivos en los desahucios y salen “a la caza del pijo” en las fiestas de Moratalaz o arrasan la caseta de Ciudadanos estampando pegatinas de su ídolo (“Libertad para Alfon”) a su paso.

«Nos persiguen porque hacemos barrio»

Los detenidos aseguran que se “les está echando un muerto que no es suyo” y que la policía les persigue porque “hacen barrio”. Preguntados por las razones de que solo les persigan a ellos y no a los más de 30 colectivos sociales que están activos en el mismo distrito, la respuesta es inquisitiva, insultante y ofensiva: “¿Pero tú quién eres?”, responden desafiantes.

En su argumentación victimista, también los medios de comunicación forman parte de la confabulación contra ellos. Las ruedas de prensa convocadas por ellos mismos al hilo de estos últimos ataques se convertían en una especie de juicio a los periodistas, a los que se les increpaba por preguntar, se les exigía que se identificasen, se les fotografiaba y se les insultaba después en las redes sociales. Reacciones y actuaciones, todas ellas, muy “antifacistas”.

Pero los testimonios de sus víctimas, los documentos gráficos grabados en los altercados que han protagonizado a lo largo de su corta historia y a los que tuvo acceso este periódico, y los atestados policiales son más tozudos y consistentes que sus aparentes manías persecutorias.

Como ya ocurrió con su máximo referente, Alfon (Alfonso Fernández Ortega), convertido en su día en emblema antirepresivo por algunos representantes políticos que ignoraban su pasado delincuencial, sus antecedentes policiales y su comportamiento público les despojan una a una de sus etiquetas, sus embozos y sus máscaras.

Sin toda esa parafernalia de nombres, multimilitancias e indumentarias, solo queda un reducido grupo de chicos violentos, una especie de matones de barrio, en el que el mayor y cabecilla tiene 25 años. Su último argumento de defensa ante los hechos que se les imputan es que “nunca han sido condenados”. Tampoco lo había sido Alfon hasta que, sumando puntos en su expediente, lo fue, y ahora cumple cuatro años de prisión después de que hasta el Tribunal Supremo ratificara su sentencia, el Constitucional desestimara su recurso y ya vaya camino de Estrasburgo buscando apoyos.

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