Informe Raxen Nº71. Desinformación y Odio por Intolerancia en las Redes Sociales e Internet

| 21 noviembre, 2019

ESTEBAN IBARRA.- Inmersos en una gran e impredecible mutación global y personal que alcanza a todos los seres humanos y su relación entre ellos, así como al Planeta, sus ecosistemas e interacción humana, sin desdeñar lo que nos depara en otros confines del Universo galáctico, los tiempos que transitamos son como una tormenta sin fin en donde quienes nos conducen, poderes financieros insuficientemente visibles, luchan entre sí mientras se confunde al personal con zozobras apocalípticas y confusión instrumental basada en nuevas tecnologías, aparentemente liberadoras, en busca de una individuación sostenida en un nihilismo iliberal que posibilite el retroceso del progreso ético, político y social situándonos en una senda de mayor sometimiento de los miles de millones de seres que pueblan el planeta.

Nuestra capacidad de atención y reflexión se ve mermada pese a tanto wifi, datos móviles y conexiones de alta velocidad. La ilusión informativa impide ver la realidad desinformante. Hoy vivimos escenarios de guerra, golpes de estado, revoluciones de “colores”, terrorismos “solitarios”, narcisismos violentos, agresiones múltiples, campañas de acoso y escraches, pornovenganzas y manadas, movilizaciones y mareas, flujos migratorios descontrolados, operaciones humanitarias y tráfico de seres humanos, flujos migratorios descontrolados, nuevas formas de esclavitud,…. cualquiera que se asome a los medios digitales o a las redes sociales de internet, ya sean caja de resonancia o puntos de producción informativa o desinformantes, se encontrará desbordado por un gran ruido de mensajes, amplificados en chats inflamados y redes sociales que impide fijar una mirada global, nos sitúa en parcialidades sin contexto, y en el mejor de los casos, nos lleva a mirar “un árbol que nos impide interpretar el bosque” de la realidad.

Son tiempos de nuevas guerras de última generación, la 5ª suelen decir, donde se persigue demoler la fuerza intelectual del oponente para obligar a un compromiso, porque no se trata de ganar o perder entre oponentes, donde “vale todo” y puede no necesitar incluso del uso de armamentos, sino que persigue una manipulación directa del ser humano, su manipulación mental, neurológica y combate psicológico, un conflicto de desorden total mediante la aplicación sistemática del “todos contra todos” mediante el dominio de la mente, usando los medios de comunicación y electrónicos más potentes jamás vistos o imaginados, más allá de las guerras asimétricas o de 4 generación con unidad nacional de recursos publico-privados en un mismo fin y diversidad táctica foquista y multidimensional, o de la guerra fría y la II guerra mundial por la supremacía de un modelo político-ideológico, con ataques masivos a la población civil y destrucción de la infraestructura industrial, que serían referente de la denominadas guerras de 3ª generación, y de las confrontaciones basadas en el poder de fuego como la guerra de 1914-18 de las potencias imperiales con fuerte proyección colonialista que sirve como referencia a las de 2ª generación, y a las guerras anteriores que buscaban soberanía de territorios, y recursos con ejércitos profesionales.

Como sintetizó el magnate financiero Waren Buffett en una terrible frase: “estamos en una guerra de clases y la estamos ganando los ricos”, un ciudadano con una fortuna personal que supera los 60.000 millones de dólares y que la revista Forbes lo designó como la persona más rica del mundo en 2008, aunque hay mas y mas sumergidos, y es una guerra que se apoya en el darwinismo social, que fulmina todo y donde los acontecimientos suceden tan deprisa que en palabras de Zygmunt Bauman ”no hay esperanza alguna de darles alcance”, poniendo así límites epistemológicos.

Un turbo-sistema de acumulación de capital y poder que nos deja crisis financieras sorpresivas y destructivas, que esclaviza con ´la deuda, que recurre a la guerra militar si es preciso para acabar con Estados molestos, que liquida clases medias y abre brechas infinitas de desigualdad, que mata la libertad disfrazándose de ella pero que busca el dominio planetario del ser humano del que no sabe qué hacer con él, cuando ya se superan los 7.000 millones de personas.

Es una guerra, no una batalla, que conlleva la destrucción del orden ético basado en la universalidad de los derechos humanos, la destrucción de construcciones regionales como la Unión Europea, de los Estados democráticos y sus constituciones mediante su deslegitimación, fragmentación o disolución, de la sociedad del bienestar, de todo lo que se relacione con el orden emanado durante el desarrollo de la segunda mitad del siglo XX, y la nueva tecnología de la información y comunicación es su instrumento y en sus espacios se juega la partida.

Vivimos una eclosión de identidades incesante, alentadas desde las redes sociales e internet que no excluye la instrumentalización de movimientos sociales humanitarios y ong artificializadas o correas de transmisión de un IDENTITARISMO que eleva la identidades de todo tipo a mitos, considerándolas como esenciales, sagradas e inamovibles, respuestas a preguntas sobre ¿Quién soy? O ¡quienes somos? desde donde se alienta un victimismo legitimador y se promueve la alter-diferencia que rechaza el mestizaje y la práctica intercultural. Todo mediante comportamientos fanáticos construidos con adhesiones rígidas e idolátricas, con actitudes y conductas de intolerancia que se desarrollan con pasión exagerada, sentimientos desmedidos en defensa de una idea, teoría, creencia, cultura, estilo de vida, etc., que fundamentan una preestablecida identidad hacia la que se alienta la adhesión incondicional a su causa, a su verdad única o peor, hacia una persona, superando toda racionalidad y que con objeto de imponer su voluntad puede ejercer cualquier acción de intolerancia criminal. Su negación de la diversidad o su falsa aceptación desde la homogeneidad del pensamiento y la conducta, su dogmatismo y construcción de la personalidad autoritaria, sus proyecciones totalitarias van unidas a su radical negativa a valorar la dignidad humana y su axiología de Libertad, Igualdad y Tolerancia, como valores esenciales y democráticos, eliminando a su vez, el pluralismo, la solidaridad, el sentido de justicia universal, y otros atributos que deben configurar la axiología de la personalidad humana como el rechazo a la violencia, la afirmación de la concordia, la interculturalidad y la integración, la empatía y la autoestima, la asertividad y la resilencia, la solertia y sobre todo la valentía cívica que como diría Heller (1989), es la virtud de alzar la voz por una causa, por las víctimas de la injusticia, por una opinión que creemos que es correcta e incluso en situaciones de abrumadora desventaja. En fin reconocer la construcción de una personalidad maligna requiere entender que tras numerosos conflictos sociales, crímenes de odio, actos de terrorismo, masacres, limpiezas étnicas y guerras se halla la intolerancia de muchos fanáticos…

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